sábado, 23 de diciembre de 2023



Una de las muchas cosas que teníamos en común Elena, Emi y yo es que ninguna creemos demasiado en las casualidades. Todo pasa por algo.

Paseábamos las tres aquel 18 de septiembre por la Gran Vía de Madrid cuando nos cruzamos, nos miramos, sonreímos y seguimos de largo. Algo me hizo darme la vuelta y correr hasta acercarme a ellas.

De la manera más natural, Elena y yo nos fundimos en un abrazo que todavía hoy puedo sentir. De esos en los que parece que el tiempo se para y la gente se detiene. Como si estuviésemos en una película.

Emi lo cuenta en el libro también.

Desde ese día tuve la suerte de compartir un montón de momentos bonitos con Elena: comidas, charlas interminables, paseos por Madrid y Sevilla, conciertos… Esto último quizá es lo que más nos unía: la música, misteriosa forma del tiempo.

Solíamos «dispararnos» canciones de madrugada. Teníamos una especie de playlist que pongo a menudo. Qué cierto es eso de que muchas veces no es la canción lo que hace que te emociones, sino la gente que viene a tu mente cuando la escuchas.

Eso me ocurre ahora con «Yellow» de Coldplay, «Magic» de Pilot, nuestro «Cadillac solitario» de Loquillo y un sinfín de melodías más.

De Elena y Emi aprendí, sobre todo, a vivir la vida intensamente y a saborear cada segundo. A intentar hacer de cada momento un recuerdo bonito, porque, como dijo Elena en el último vídeo que grabó, eso es lo único que nos vamos a llevar: las personas y los recuerdos.

Mucha gente puede pensar que lo que nos hizo conectar fue la enfermedad, pero no es así. Compartíamos un sentido del humor muy especial y un cristal por el que mirar el mundo parecido.

Pero lo que más me fascinaba de ellas era su capacidad de dar amor a los demás. De tener siempre una sonrisa y una palabra amable. Incluso en los peores días. Su dulzura y generosidad.

Creo que no he oído a Elena quejarse ni una sola vez. Y tenía motivos de sobra, pero ella prefería poner el foco en la gratitud. Por eso, siguiendo su ejemplo, quería terminar estas líneas dando las gracias.

A Emi, por un libro tan necesario y valiente, por mantener y seguir el legado de su hermana y por haberme dejado ser testigo de su entereza y su fuerza. Por ser cuidadora y bastón. Amiga y pilar.

A Elena, por contagiarme sus ganas y llevarme a un mundo de libélulas, cebras, música y amor. Por cada sonrisa cómplice. Por afrontar de cara y sin tapujos una enfermedad tan terrible, por ayudar a visibilizarla. Y, sobre todo, por conseguir que la vida bajo esa espada de Damocles no solo valga la pena, sino que valga por dos, como ella solía decir.

Por supuesto, siento que le faltaban muchas cosas por hacer, todos los sueños por cumplir, y duele. Pero también sé que hay personas que pasan por el mundo de puntillas y que ni en cien años lograrían un nivel de conciencia como el suyo.

Porque de eso va la vida, de verla como el milagro que es.

Ya que estamos de paso, dejemos la mejor huella posible.

Por la lección incomparable. A las dos, gracias eternas.

Elena, tus ganas ganan.

Siempre coraje.


            Sara Carbonero.



Este fragmento es el prólogo del libro 



Tanto Elena, Emi como Sara Carbonero tienen la magia de emocionarme con su manera de sentir la vida. No tuve el privilegio de conocer personalmente a Elena Huelva. Pero su forma de ver la vida me enamoró. Y no solo a mí, sino a todo el mundo. Elena nos dio una gran lección de vida que permanecerá siempre con nosotros: No puedes cambiar lo que te pasa, pero SÍ tu ACTITUD ante lo que te pasa.

Como muy bien dice Emi Huelva en el primer capítulo del libro, hay ángeles que andan por la tierra buscando a quien ayudar.  Y no puedo estar más de acuerdo con ella.  Creo que hay muchas personas por aquí que nos guían y nos ayudan a ser mucho más felices en la vida y a valorar lo que realmente  nos llevamos de la misma: los momentos que disfrutamos con las personas que queremos y que nos quieren.

Hoy me despido de vosotros con una canción que era una de las favoritas de Elena Huelva. Y es que la vida es una carrera de fondo, llena de obstáculos, pero que siempre merece la pena. Y, como dice,  Sara Carbonero,





   ¡Disfrutadla!


    Esta entrada se la dedico a todos los ángeles que pululan por la tierra, nos protegen y nos guían en nuestro camino. ¡ Mil gracias!



                                                    Namasté.     


                                                                            Vanesa Blamco  Santiuste

  


   



2 comentarios:

Marian dijo...

Precioso el texto y preciosa tu reflexión. Se nota que está hecha desde el corazón. Deberíamos plantearnos siempre ser felices y hacer felices a los demás, el mundo sería mejor y la vida más sencilla.

Vanesa Blanco Santiuste dijo...

Muchas gracias, Marian! La verdad es que es una reflexión que me ha salido del alma. Y es que no hay nada mejor que disfrutar de bellos momentos como los tuyos. Gracias por comentar siempre en mi blog. ¡ Feliz Navidad!
Nos vemos en Preciosa Serendipia.